Las Ciencias Sociales en el origen de la mediación

Si partimos de la certeza de que la mediación es una práctica social tan inherente al ser humano como lo es el propio conflicto y que el objetivo de ésta es atenuar, erradicar, mitigar o prevenir su presencia, buscando el consenso entre las partes litigantes, entenderemos, en base a esa cualidad y universalidad, que haya sido, ininterrumpidamente, objeto de debate y análisis por parte de filósofos, politólogos, antropólogos, sociólogos, psicólogos, trabajadores sociales, juristas, teólogos y demás profesionales de las Ciencias Sociales. Es un tema recurrente en la historia del pensamiento humano, que se ha tratado de forma explícita —incluso en el mundo del arte y la literatura o en la esfera de la religión y lo mitológico— pero también evocado implícitamente en otros ámbitos del pensamiento por identificarse con violencia, desequilibrio y desorden o con ausencia de paz, de orden y de equilibrio, que es otra manera de enfocar el problema. Todos estos conceptos, aplicados a los procesos sociales, hacen que la idea de conflicto esté presente, de una u otra manera, en cuestiones tan dispares como la Teoría de Formación del Estado o las teorías que versan sobre el cambio social (por poner algún ejemplo) pero, al mismo tiempo, en cada una de estas parcelas del pensamiento, también se le da una significación y un tratamiento específico. Es decir, los conceptos de Mediación y Conflicto también se construyen y transforman conforme los paradigmas de pensamiento van cambiando o desapareciendo en la historia, ya que dichos paradigmas crecen, a su vez, a la sombra de una determinada coyuntura política, social y económica.

Por todo lo enunciado, en algunas corrientes del pensamiento sociológico, la idea de conflicto no se construye desde la perspectiva de lacra social, sino desde la de generador del Cambio social.

En tanto que condición de este cambio social, el conflicto puede examinarse desde ángulos diferentes. En primer lugar, el conflicto entre sociedades ha desempeñado un importante papel histórico en la formación de unidades sociales más amplias (como observaron Comte y Spencer), en el establecimiento o en el reforzamiento de la estratificación social (como señalaba Oppenheimer) y en la difusión de las innovaciones sociales y culturales. En la época moderna, el conflicto internacional ha ejercido una profunda influencia sobre la estructura económica y política de las sociedades, sobre las políticas sociales y sobre las normas de conducta (…). En segundo lugar, los conflictos entre diversos grupos dentro de la sociedad han constituido y constituyen una de las causas principales de innovación y de cambio.

Vidal Luengo le confiere el mismo significado pero incorporando al actor social y después traslada esta «perspectiva abierta del conflicto» a la esfera del pensamiento mítico:

Habitualmente, la primera idea que surge en nuestras mentes al hablar de conflicto es negativa, pues solemos focalizar nuestra atención hacia lo adverso (…). Si por el contrario, entendemos el conflicto como fuente de renovación en la que vida y muerte, caos y orden, se alternan y se mezclan, aceptaremos que de él surgen acciones positivas y negativas, paz y violencia. El conflicto crea un nudo que se puede deshacer, mantener, aflojar, reafirmar o volver a anudar de otra forma (…) todo depende de los actores, de cómo imaginen que pueden afrontar la nueva situación de intereses o percepciones contrapuestas [El modelo Transformador del Conflicto hace de este planteamiento su clave teórica: el conflicto puede ser un proceso que nos brinde, al afrontarlo, un crecimiento personal.].

En otro sentido, distinto al abordado por Bottomore y Vidal, ¿se podría decir que el propio origen de la mediación ha venido de la mano de un cambio de paradigma teórico, que surge en respuesta a un período convulso muy transido por el conflicto? Existen una serie de factores que, al confluir en la segunda mitad del siglo XX, han ido encauzando a la mediación hacia su expresión moderna. Veamos cuáles son.

En primer lugar, ya vimos como la mediación comienza su andadura en los años 50, en los EE.UU. para después expandir su influencia en los 70. Período de tiempo que coincide con una importante proliferación de movimientos sociales y de conflictos bélicos reales y latentes [Ver epígrafe 4 de la presente unidad didáctica.]. En este contexto el interés por el estudio del conflicto aumenta. Aparecen nuevos paradigmas y corrientes de pensamiento alrededor de la misma temática, a saber, estudiar los procesos sociales de resolución de conflictos. Es el momento en el que, «casualmente», irrumpen las Teorías Procesuales y Conflictualistas (años 60-70) como reacción extrema a las perspectiva Estructural Funcionalista. El interés se centrará ahora en el Proceso y no en la Estructura, o lo que es lo mismo, en la Dinámica Conflictiva en sí y no en la preservación o no del orden y el equilibrio. Al no girar el análisis en torno a la estructura, se da mayor relevancia a contextualizar socio—económicamente el conflicto, cuya naturaleza cobra dinamismo y entidad propia. Ahora importa el individuo en el proceso social del conflicto y se asientan las bases de una terminología conceptual, que más allá de la validez postrera del paradigma, ha dejado su impronta en los distintos enfoques que las Ciencias Sociales barajan sobre el conflicto. Se manejan, por ejemplo, los conceptos de Acontecimiento [Lo único que se explica es el conflicto manifiesto, no el latente, porque lo que importa es el Acontecimiento.] y Estrategia, que es la ideología utilizada por un individuo para conseguir sus intereses y que se puede observar a través de una Acción social que conlleva un proceso previo.

Sin estos cambios de paradigma teórico, difícilmente podría surgir la ADR en EE.UU. y seguramente la mediación, como disciplina, tampoco sería la misma.

Hoy por hoy, la mediación goza de «buena salud» y va recalando en otros espacios que hasta entonces no contaban con su presencia ni experiencia. Del ámbito laboral, mercantil o familiar al ámbito escolar, penal, intercultural etcétera. También se observa un paulatino desarrollo de metodológicas específicas para cada uno de esos ámbitos de reciente inclusión, así como un creciente espíritu de intervencionismo social.

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