España, desde Hispania

La historia de España inserta en la historia de Roma

Suele afirmarse que la historia de Roma es la historia de una ciudad que se ensancha para convertirse en la historia de un país y termina siendo la historia del mundo. Destacar de esta civilización romana Shepham-im de los fenicios y la Iberia de los griegos: un territorio mítico en el que se producía el ocaso del sol, allí donde Hércules formó sus columnas y venció al monstruoso rey Gerión, en suma, el finis terrae tras el cual se abría el Mar-Oceáno.

Hispania en general formará pronto parte importante de la historia romana. La romanización en la península será tan rápida que, en pocos años, ya no tendrá sentido distinguir entre un romano de Roma o uno de Italica, Malaca ,Corduba o Gades.

Hispania aportara a la Urbs gran abundancia de productos agricolas y riquezas mineras; proporcionará pensadores y emperadores ilustres tales como Seneca o Quintiliano, Trajano, Adriano y Teodosio el Grande; en su territorio se librarán guerras civiles que repercutirán en la política general de todo el Imperio. Las guerras desarrolladas en el territorio peninsular hispano entre Cesar y Pompeyo, en vez de provocar un efecto de rechazo de la civitas, contribuyeron a hacer a Hispania cada vez mas romana. Roma nos lega su idioma y su manera de concebir la vida social, levanta templos y monumentos, construye obras públicas y calzadas, transmite su Derecho y la organiza a través de sistema político- administrativo, provincial y municipal. En suma, Hispania se identifica con Roma. Elio Arístides pronunciaba ante el emperador Antonino Pío durante una visita a la Urbs: «Como el suelo fértil de la tierra mantiene a todos los hombres, así Roma recibe a hombres de toda la tierra… en sus ciudades, muchos son romanos, aunque los mas no hayan visto jamás la ciudad de Roma… Y no hay necesidad de guarniciones que ocupen las acrópolis, pues gracias a una constitución común… los que gobiernan lo hacen, no sobre extranjeros sino sobre compatriotas».

Hispania dejara de ser romana, como consecuencia de la conquista de los pueblos visigóticos en el 475 d. C., cuando Eurico, rey visigótico, deja de reconocer la soberanía del último emperador de Occidente. a. Solamente unos meses mas tarde, Rómulo Augústulo, en el 476, depondrá las armas ante Odroaco y se producirá la caída del Imperio de Occidente. La presencia visigótica en nuestro suelo encuentra su origen en el año 418 d.C., en el que el pueblo visigodo recibió de las autoridades romanas licencia para instalarse en el territorio peninsular, de acuerdo con las leyes de la hospitalidad. En este sentido, los monarcas germanos no fundan España sino que la reciben de manos romanas. La denominación que adoptan, España será una derivación de Hispania.

La invasión musulmana, que se inicia en el 711, produce una disgregación de la unidad nacional visigótica recibida de la romana. El reino de taifas nos acompañará durante más de siete siglos. Y cuando parecía que la huella romana había desaparecido como consecuencia de la secular presencia musulmana, los reinos cristianos logran, paulatinamente, reconquistar la península. Los reyes de Castilla volverán a romanizar la península. Fruto de esta segunda romanizacion -que en Sevilla se produce a partir del siglo XIII con la conquista de Fernando III y en todo el territorio a partir del siglo XV con la toma de Granada por los Reyes Católicos-, comienza a conformarse la Historia moderna y contemporánea de España.

Roma arriba a Iberia

Roma penetra con sus legiones en la península ibérica en el año 218 a.C. Estrabón manifiesta que es difícil determinar de forma precisa cuántos y cuáles sean los pueblos pobladores de Iberia, debido, en primer lugar, al pequeño tamaño y entidad de los mismos y, en segundo lugar, a la falta de rigor de que adolecen los textos por el consultados, de historiadores griegos y romanos que habían ofrecido su testimonio sobre la etapa prerromana y los primeros momentos de la presencia de Roma en estas tierras.

En el 218 a.C., las tropas de los Escipiones atacan e intentan derrotar al enemigo cartaginés que se encarna en la poderosa familia de los Barca, encabezada por un joven, Aníbal, que, por entonces, pretendía mantener su guerra de conquista en la península itálica. Se iniciaba así la Segunda Guerra púnica. Es entonces, como recuerda Tito Livio en su Historia, cuando Hispania es adscrita por el Senado como provincia romana.

En el 206 a.C. los cartagineses son expulsados definitivamente de la península. En el 197 a.C., según Tito Livio, el mando militar fue sustituido por dos propretores a los que el Senado encomienda expresamente que delimiten el territorio de cada una de las provincias Citerior y Ulterior. La nueva regulación senatorial establece como frontera provincial el saltus Castulonensis (Cástulo, en la actual provincia de Jaen).

Cástulo pacta con Roma un foedus que la convertía en ciudad libre e inmune, parcialmente, del pago de tributos. En contrapartida se compromete a albergar una guarnición romana y a proporcionar tropas en caso de conflictos bélicos.

Marco provincial de Hispania

Al llegar Cesar al poder se encuentra con catorce provincias, y de ellas dos en el territorio peninsular denominado Hispania: son la Hispania citerior, con capital en Cartago Nova y la Hispania ulterior, con capital en Corduba.

A partir del año 27 a.C., la administración del Imperio, se asigna a Octavio Augusto, el control peninsular en atención a que se proyecta emprender operaciones militares, para lo cual era necesario destacar guarniciones permanentes. Augusto se traslada a España y fija en Tarraco su residencia durante los años 26 y 25 a.C. Organiza sobre el terreno las campañas guerreras del norte y reordena la administración provincial. Convierte a Tarraco en la nueva sede del gobierno de la Hispania citerior. Fruto de ello, esta provincia pasa a denominarse Tarraconense. Los astures, cántabros y vacceos insumisos, obligan a Roma a mantener una guerra de mas de ocho anos. La conquista casi plena de la península Ibérica se produce en el ano 19 a.C.

En la Hispania Ulterior se distingue una zona meridional, con una fuerte colonización romano -itálica y una zona occidental con una menor concentración urbana. Por ello se considera conveniente desdoblarla en dos provincias independientes: la Bética, que toma su nombre del rio Betis (actual Guadalquivir), que se restituye al régimen senatorial y la Lusitania que mantiene el régimen de provincia imperial.

En el siglo III d.C. las provincias de Hispania constituyen la diocesis Hispaniarum encomendada a un Vicarius del prefecto del pretorio y pasan a integrarse en la prefectura de la Galia. La antigua citerior se divide en tres: Tarraconensis, Carthaginiensis y Gallaecia; y la antigua ulterior continua dividida en dos: Lusitania y Baetica. Se añade a ellas una sexta provincia, la Mauritania Tingitana y posteriormente, en el 385,d.C. se configure la séptima, que será la Balleraica.

La inestable situación militar del norte provocará la creación de múltiples calzadas, para que así puedan desplazarse rápidamente. Será en tiempos de Diocleciano cuando solo se mantenga en Hispania la Legio 7ª Gemina, con asentamiento en la cuidad de León, a la cual da su nombre. La zona Bética pronto se pacificó y consolidó un fuerte proceso de romanización. Como provincia senatorial, la Bética estaba gobernada por un procónsul elegido por un mandato de un ano. Su cargo gozaba de gran prestigio en Roma.

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