Los últimos días de la carrera profesional

El deterioro de la carrera profesional como institución es una consecuencia inevitable del surgimiento de las economías basadas en el conocimiento. La innovación continua en la tecnología y en las organizaciones de negocios conduce inevitablemente a la progresiva destrucción creativa de muchas prácticas que antes se honraban, incluyendo aquellas que eran el centro de muchas carreras. Se entiende poco de esta transformación fundamental en las aspiraciones asequibles para la mayoría de los trabajadores. La política sigue moldeándose en las promesas anacrónicas tradicionales de centro-derecha que se basan en la institución de la carrera como modelo del empleo deseable.

Es un hecho sabido que el cambio hacia las nuevas economías requiere mayores niveles de educación en la fuerza laboral. Con menos frecuencia se comprende el hecho de que estas nuevas economías hacen que la adquisición, la aplicación y el período de vida de los conocimientos profesionales tradicionales sean cada vez menos útiles para la mayoría trabajadora. Una educación técnica única, como se la entiende por lo general, ya no basta para tener éxito en economías que permanentemente sufren revoluciones de las nuevas tecnologías de la información. Sin embargo, otorgar entrenamientos para cambiar a nuevas carreras es una respuesta vacua al ritmo, la escala y la profundidad del cambio al que nos enfrentamos. No es que la mayoría de la gente deba esperar tener más trabajos durante una vida laboral, ni tener que hacer uno o más cambios de vocación. Más bien, la idea misma de hacer carrera tiene cada vez menos sentido en las vidas laborales de la gente.

Muchas de las prácticas y de las instituciones que heredamos de fases anteriores de la Revolución Industrial son inadecuadas para el mundo de trabajo que las nuevas tecnologías han traído consigo. Lo que se necesita es un nuevo enfoque emprendedor para prepararse para la vida laboral, junto a reformas de su infraestructura - pensiones, recaudación fiscal, créditos y similares - y una alteración básica de la educación. Este artículo pretende establecer un fundamento para dichas reformas en las políticas públicas examinando, primero, la disolución actual de la carrera como el modelo principal de vida laboral que muchos han tenido y al que la mayoría han aspirado. A continuación examinamos las nuevas formas de vida laboral que están surgiendo y cuál es la mejor forma en que las políticas públicas pueden responder a ellas para tomar ventaja de sus efectos.

Para poner en perspectiva la creciente obsolescencia de la carrera, hacemos bien en recordar que, en su acepción original en el idioma inglés, “career” significaba senda o camino y su significado más tardío es una extensión de ese uso. Una carrera era una senda que duraba toda la vida, a través del mundo laboral. Una carrera era una vocación o disposición únicas, que los individuos adoptaban al iniciar su madurez pero para el que frecuentemente se preparaban desde la niñez. Las carreras se perseguían durante toda la vida laboral de los individuos. En la segunda mitad del siglo veinte, las carreras han proporcionado una posición de empleo formal en una cultura profesional establecida y, para mucho, progreso dentro de la jerarquía de una organización.

La corrosión de esta institución es el reto económico principal al que se enfrenta la mayoría trabajadora en las sociedades modernas tardías. Los partidos de centro-izquierda y los gobiernos, que consideran que es su papel extender las ventajas y las oportunidades de la clase media a toda la población, tienen un precario entendimiento de las causas y las consecuencias de este declive. Con la obsolescencia de la carrera, se eliminó uno de los puntales centrales de la vida de clase media.

La carrera ha sido una institución social central en la civilización industrial del siglo veinte. Aunque la mayoría nunca tuvo total acceso a ella, una carrera ha sido una de las pocas formas de hacer realidad el valor de la autonomía personal que aún es una aspiración para la mayoría. La carrera ha sido la vía principal por la que la mayoría de la gente podía esperar establecer continuidad y significado siendo autores de sus vidas económicas. Ya sea en leyes, medicina, industria, gobierno o cualquier otro dominio en los que las carreras han florecido, la carrera de cada cual avanzaba al incrementarse el conocimiento y las aptitudes especializados. La carrera, como institución, también ha desempeñado un papel crucial en el fortalecimiento de las comunidades otorgando un alto valor al conocimiento y las relaciones locales. Como una de las instituciones centrales para legitimar los beneficios de una economía capitalista y dinámica, su declive amenaza con devastar esa legitimidad a lo largo y ancho de la sociedad, particularmente en las clases medias en las que la preocupación por la carrera ha sido más fuerte.

Hay dos riesgos morales relacionados con el declive de la carrera. En primer lugar, al menguar la capacidad de la gente para elegir el empleo estable y significativo que las carreras proporcionaban, amenaza los valores individualistas encarnados en las economías modernas de mercado. Simultáneamente, junto a los incrementos en la movilidad de la mano de obra y a la corrosión de muchos valores tradicionales, el declive debilita los vínculos de cohesión social de los que dependen las economías de este tipo. Con el paso del tiempo, estos riesgos morales podrían representar riesgos políticos para los partidos de centro-izquierda que, recientemente, han atraído más apoyo de las clases medias. Aún en la ausencia de una crisis económica de grandes proporciones, las clases medias desilusionadas son un campo fértil para el regreso de la derecha.

El hecho de que una carrera tradicional ya no sea una aspiración razonable para la mayoría trabajadora crea tanto peligros como oportunidades de los que ninguna sociedad capitalista avanzada se ha dado cuenta. Ha habido señales de que muchos países están empezando a apreciar la importancia de estos cambios, como lo muestran los estudios de la fuerza laboral contingente patrocinados por el gobierno de Clintoni y, en Gran Bretaña, por los programas continuos de aprendizaje promovidos por el gobierno de Blair. Estos programas, sin embargo, generalmente intentan ayudar a los ciudadanos a realizar cambios de carrera, en lugar de ser respuestas adecuadas a un mundo en el que el cambio se está acelerando permanentemente y en el que los individuos se enfrentan perpetuamente a la incertidumbre de tener que definir una y otra vez su papel en la sociedad.

Para la mayoría de la gente, la corrosión de las carreras se ha experimentado como una disminución del control que tienen sobre sus vidas. Quienes de forma más palpable padecen esta pérdida de autonomía son las personas cuyas sendas profesionales han terminado abruptamente debido a recortes de personal; pero sigue siendo un temor potencial para aquellos cuyas carreras actuales o cuyas esperanzas de tener una han sido puestas progresivamente en tela de juicio. Careciendo de la expectativa de una carrera estable, la cohesión misma de sus vidas está en juego. El problema al que hoy en día se enfrenta la gente no es sólo la inseguridad de sus empleos, sino más bien la pérdida de significado que ocurre cuando la vida laboral ya no tiene una forma discernible. El imperativo que se le plantea a mucha gente en la actualidad no es simplemente prepararse para seis o siete empleos dentro de la misma ocupación o profesión, en lugar de que sean con cuatro o cinco. Este imperativo tampoco se refiere a cambiar de carrera de una vez por todas a la mitad de su vida. De lo que se trata es de adaptarse a un nuevo mundo laboral en el que ya no se dispone de la continuidad de conocimiento de sí mismo que otorgaba una carrera.

Richard Sennet ha documentado esta inestabilidad en su reciente libro sobre la Corrosión del Carácter. Tal como lo demostró Sennet, incluso quienes se mudan como nómadas de un proyecto a otro navegando talentosamente a través de vidas laborales llenas de contingencias como los brutales recortes en empresas que buscan aumentar la competitividad, se encuentran incómodos para mantener a sus familias. No pueden encontrar en sus vidas laborales valor alguno que de cimiento a las formas de continuidad que son importantes para educar a los niños, generar calidez familiar y confianza entre vecinos. Se ven a si mismos contradictoriamente como gente que aspira a valores “tradicionales” mientras que adoptan vidas de inconexión y cortes radicales en productividad, comunidad e intimidad.

Sennet espera que algunas políticas social democráticas puedan revivir las formas de continuidad que regían la vida laboral y comunitaria del pasadoii. Pero las políticas sociales democráticas del pasado no pueden detener las fuerzas que están generando el declive de la carrera. Además, las panaceas estériles de la flexibilidad laboral, la eficiencia del mercado y similares del período neoliberal tampoco responden adecuadamente a los extensos efectos de un nuevo mundo laboral incipiente. Se necesita una nueva forma de pensar respecto a las vidas económicas de los individuos; esta forma de pensar debe estar dispuesta a aceptar la decadencia de la carrera y a adoptarla como oportunidad para fomentar prácticas laborales más adecuadas a las realidades actuales. Es imposible recuperar el entorno económico que dio sustento a la institución de la carrera. Es más sensato considerar, examinando las fuerzas que están cambiando la naturaleza del trabajo, cómo hacer que, tras el fin de la carrera, la vida laboral vuelva a estar al servicio de la autonomía personal y de la cohesión social.

Entre las muchas causas del declive de la carrera, tres resultan particularmente significativas. En primer lugar, hay nuevas tecnologías que han dirigido un cambio enorme. En segundo lugar, nos encontramos con una progresiva adaptación de productos y servicios a necesidades particulares. En tercer lugar, tenemos el impacto de la globalización.

Permítannos comenzar con los efectos de las nuevas tecnologías. Para empezar, están iniciando la disolución continua de las industrias y de las ocupaciones. Las industrias de servicios que median entre compradores y vendedores son particularmente vulnerables al desplazamiento tecnológico. Los agentes de viaje, los vendedores y vendedoras en las tiendas al por menor y mucho de lo que cae dentro del ámbito bancario sobrevivirá sólo en formas más magras y especializadas. Desde 1993, el Bank of America circuló un memo interno que estimaba que “pronto, sólo 19% de sus empleados trabajarán a tiempo completo”. Los bancos “no-bancos” (empresas ofreciendo servicios bancarios sin oficinas de atención al publico), como Charles Schwab en EE.UU., están ofreciendo posibilidades de inversión y ahorro, junto a sus servicios de cuentas corrientes y préstamos. Otros se están adelantando a Schwab al ofrecer estos servicios por teléfono o en línea sin estructuras de “brick and mortar” (cemento y ladrillo) para los clientes. A medida que surgen otros especialistas en hipotecas y otros tipos de productos, cada vez más, lo único que les queda a los bancos es su preeminencia en cajeros automáticos.

La banca de consumo no está sola. Muchas careras ya no serán viables porque las industrias en las que estaban inmersas habrán desaparecido o habrán sufrido alteraciones radicales. El efecto de la World Wide Web en la industria editorial, por ejemplo, probablemente será enorme. Con tecnologías para producir y distribuir libros a disposición de todo mundo en la red, la única función de valor agregado que sobrevivirá de la industria editorial actual será determinar qué vale la pena leer y por quién. Hasta esta proyección asume que la nueva tecnología no desplazará al libro impreso. Con la tecnología actual, fácilmente podríamos tener un renacimiento de la práctica de principios de la era moderna, en la que circulaban los manuscritos, recibían adiciones de sus lectores, y todo sin tener ni siquiera una revisión editorial previa a su publicación.

El otro efecto de la nueva tecnología fue acelerar la reestructuración de las empresas. La reingeniería de las corporaciones de negocios ha eliminado niveles enteros de empleados. Mucha de esta reingeniería ha tenido resultados mixtos porque la nueva tecnología alrededor de la cual se enfocó la reestructuración se entiende erróneamente como equipo de procesamiento de información. De hecho, las nuevas tecnologías no sólo procesan información, ni simplemente aceleran los cálculos. Hacen algo mucho más radical: hacen posible una coordinación más eficaz y sensible de la vida económica, a un costo mucho menor. Una vez que las nuevas tecnologías se entiendan como herramientas de coordinación, ocurrirán avances adicionales con mejores resultados para clientes y accionistas. Para los empleados, los usos más eficaces de la nueva tecnología significarán la desaparición de muchas más capas de actividad.

Como resultado de la reestructuración actual, muchas expectativas de ascenso ya dejaron de ser realistas. A medida que esto sucede, se hace más difícil reclutar y retener gente dentro de grandes organizaciones jerárquicas. La gente brillante prefiere ir a compañías nacientes de menor tamaño donde pueden establecer tanto sus ideas propias como sus fortunas. A lo largo de los años noventa, las nuevas incorporaciones, que ya son las más altas del mundo industrializado, se han incrementado continuamente en los Estados Unidos. Éstas han crecido más de 20% en sólo cinco añosiii. De 1980 a 1996, el número de empresas creció en un 50%iv. La brisa de destrucción creativa de Schumpeter ha soplado a través de las organizaciones, lo que ha resultado en fusiones, reestructuraciones, nacimientos y decesos de empresas a gran escala. A medida que las compañías se han vuelto más fungibles, han dado al traste con muchas formas de empleo tradicional y estable en su interior.

Muchas estadísticas de crecimiento del nivel de empleo son evidencia de esta tendencia. Por ejemplo, en Estados Unidos, entre 1992 y 1996, el número de compañías con menos de 20 empleados creció un promedio del 13% y el de las que tienen entre 20 y 100 empleados creció un 4.5%, mientras que el de aquellas entre 100 y 5000 empleados sólo creció un 1.8%. Las compañías más grandes se redujeron en 1.7%v. Estas cifras no incluyen contratistas independientes cuya cantidad ha crecido un 70% en el mismo períodovi. Estos cambios tampoco han estado restringidos a los EE.UU.: el autoempleo ha creado tres de cada cuatro empleos nuevos en Canadá de 1991 a 1995vii, y en Gran Bretaña hoy asciende a más del 15% de la fuerza laboral, comparado con menos del 8% hace menos de veinte añosviii. Adicionalmente, más de dos tercios de las empresas de Gran Bretaña no tienen empleados y en 1994, sólo 11% tenían más de cincoix. Aunque resulta tentador descartar estas tendencias como ajustes cíclicos, muchas de estas cifras no comprenden la reciente recesión ni reflejan los recortes de gran escala y las reestructuraciones de los años ochenta.

Los empleos perdidos en la última recesión o en las reestructuraciones recientes, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, simplemente no volverán. Las compañías hoy en día están reemplazando a estos empleados tradicionales por contratistas eficientes en costo y flexibles que representan “servicios empresariales”, la industria de mayor crecimiento tanto en los EE.UU. como en el Reino Unido. En Gran Bretaña, las grandes empresas de servicios empresariales, como los consultores de negocios tuvieron tasas de crecimiento anual de entre 20% y 30%, tanto en empleo como en rotación de empleados a lo largo de los años ochentax. En los EE.UU., de 1982 a 1992, el empleo en general creció en un 22.7% comparado con 60.5 % en la industria de servicios empresarialesxi. De modo que no debería resultar sorprendente que el empleador de mayor tamaño en los Estados Unidos, con una fuerza laboral de más del doble de General Motors, hoy en día es Manpower que provee empleados eventuales a organizaciones de todos tamaños. En EE.UU., las empresas de este tipo que “rentan” empleados se incrementaron de 98 en 1984 a más de 1,300 en 1993xii, y hoy emplean más del triple de gente que a principios de los ochentaxiii.

Lo que podría ser sorprendente, sin embargo, es el alcance de esta tendencia. Más de la mitad del 75% de las empresas estadounidenses que contratan a estos ‘trabajadores contingentes’ los usan para adquirir ‘conocimientos expertos específicosxiv, contradiciendo la percepción de que los “eventuales” se restringen a papeles no profesionalesxv. De hecho, las cifras de profesionales temporales en Estados Unidos están creciendo al doble de velocidad que otros temporales y las agencias dedicadas a proveerlos se han triplicado entre 1990 y 1994xvi. A esto corresponde que más de 55% de todos los contratistas independientes se encuentran en las categorías de gerencia, especialidades profesionales o ventasxvii, y esta cifra se ha incrementado progresivamente desde los años ochentaxviii. En Gran Bretaña, las cifras de gente de negocios de empleo propio se elevó más que un 50% durante los ochenta y principios de los noventaxix. En general, las cifras son impresionantes. Según muchas estimaciones, 30% de la fuerza laboral de Estados Unidos es “contingente"xx. La Oxford Review of Economic Policy estima que el número de trabajadores a tiempo completo con contrato indefinido (es decir, trabajadores con carrera o trabajos que responden al modelo tradicional de una carrera) en Gran Bretaña comprendían únicamente el 50% de la fuerza laboral en 1995 y probablemente bajen a menos de 40% antes de fin de sigloxxi. Desde ahora, casi una cuarta parte de la fuerza laboral de Gran Bretaña es a tiempo parcial, más que en los EE.UU. o que en cualquier otra nación de Europa occidentalxxii.

Una segunda fuerza que acaba con las condiciones que sustentan carreras y que ha traído consigo estas transformaciones es el creciente énfasis en la adaptación de productos y servicios a necesidades particulares. Se ha producido un tránsito de la producción y distribución de bienes que satisfacen necesidades estandarizadas hacia una nueva preocupación por la conveniencia y el estilo de vida del cliente. Este tránsito expone a las empresas a un flujo constante al tiempo que compiten en este campo que les es poco familiar. Con este nuevo enfoque hacia los clientes, los estrategas analizan cuidadosamente qué competencias corporativas producen el máximo valor para los clientes. Una vez que éstas han sido identificadas, se reorganizan muchas áreas de las compañías y otras se subcontratan en su totalidad. La subcontratación ha convertido a una proporción mayor de la fuerza laboral en jornaleros y jornaleras que comercializan y venden sus conocimientos a muchos compradores. El movimiento hacia la calidad, la entrega justo a tiempo y la nueva orientación hacia el cliente que han elevado la sensibilidad hacia clientes externos, también han causado que muchos gerentes reinterpreten sus posiciones como clientes internos. Esta tendencia ha transformado las estructuras salariales de carrera en programas más para el tipo emprendedor de pago por desempeño. A medida que cada segmento de una organización se reinterpreta como un negocio en sí mismo, la compensación se hace más variable. El típico pago por desempeño en Wall Street, por ejemplo, varía entre 100% y 200% del sueldo nominal. En Gran Bretaña, la oficina de recaudación estima que más del 20% de todas las compensaciones están basadas en estructuras de pago al méritoxxiii.

Estas respuestas a la sensibilidad al cliente y a la innovación tecnológica no están trayendo consigo un ajuste de una vez por todas, después del cual el patrón de actividad económica retornará al equilibrio. En tanto que la nueva economía, que ya está entre nosotros, se define por el cambio perpetuo, las respuestas de los gobiernos y de la gente, aún aquellas cuya intención es moderar la velocidad del cambio en la nueva economía, conducirán a transformaciones aún más profundas en la vida productiva. Hemos iniciado un proceso perdurable cuyos límites no pueden especificarse por adelantado. Las ventajas que la sensibilidad al cliente traen para la innovación en los productos y para la retención de clientes, así como las ventajas en costos de la tecnología informática obligarán a que la innovación llegue a áreas en las que el poder profesional sigue fuertemente atrincherado. Ni siquiera las carreras paradigmáticas tradicionales, como la medicina y las leyes, son inmunes a las presiones de cambio de las nuevas tecnologías que producen mayor competencia por conquistar clientes. Por ejemplo, en los Estados Unidos, una mayor diversidad de técnicas de servicios de salud y la creciente disposición de las compañías aseguradoras a pagar por éstas ya está conduciendo a que los nuevos gestores de servicios de salud y otros profesionales involucrados vendan una amplia gama de servicios de salud acorde a la demanda.

Hoy en día, cuando nos preocupamos por nuestra salud no sólo vemos a nuestro médico de cabecera, sino que buscamos fisioterapeutas, entrenadores, quiroprácticos, sin mencionar a una enorme variedad de curanderos alternativos: acupunturistas, hierbateros y similares. El énfasis en agregar valor para el paciente hará que las distinciones tradicionales entre estas ocupaciones sean más fluidas y permeables. Con nuevas formas de competencia sensible al cliente y con tecnologías de información, es de esperar que pocas profesiones sobrevivan una vida laboral completa sin cambios fundamentales. En el mundo laboral en el que estamos ingresando, el período de vida de los conocimientos profesionales valiosos y las categorías rígidas de las profesiones serán breves. Sin embargo, existe un tercer cambio que tiene implicaciones de aún mayor envergadura. Una nueva mezcla cultural originada por la globalización de nuevas tecnologías está haciendo redundantes los tipos de aptitudes locales y especializadas que daban forma a las carreras en el pasado.

Con el término globalización no nos referimos al régimen de comercio mundial y flujos de capitales que ha prevalecido durante la última década. Ésta podría tener una vida breve. Nos referimos a la difusión global de las nuevas tecnologías que continuará, sin importar si el régimen actual continúa, es reformado sustancialmente o se colapsaxxiv. Tampoco estamos sugiriendo que las nuevas tecnologías estén haciendo redundante todo tipo de conocimientos. Hay muchas cosas que las nuevas tecnologías, por sí mismas, no pueden hacer. No pueden suplantar las virtudes de la amistad ni de la vida familiar, ni eliminar el grueso de la política, ni dar al traste con las restricciones de tiempo y con la mortalidad que corresponden a ser seres finitos. No somos los amos de nuestras tecnologías, pero igualmente éstas tampoco pueden alterar las circunstancias básicas de la vida humana. Una cultura empresarial del tipo que se hace posible gracias a las nuevas tecnologías diferirá en gran medida de las culturas burguesas del pasado. Pero es un error creer que las nuevas tecnologías pueden hacer que muchas de las virtudes tradicionales sean obsoletas, igual que resulta erróneo adoptar el absurdo punto de vista de que preservar estas virtudes significa oponerse al cambio tecnológico. Lo que las nuevas tecnologías sí están haciendo, sin embargo, es transformar profundamente los contextos en los que vivimos nuestras vidas laborales. Hacen esto, en parte, restando utilidad a muchos de los tipos tradicionales de conocimiento local. Muchas carreras se desarrollaban según un modelo de aprendices en el que los conocimientos prácticos acumulados a lo largo de una vida de esfuerzos se transmitían de generación en generación. Este tipo de conocimiento se refería a redes, comunidades y prácticas locales. Pero en muchos contextos, el efecto de las tecnologías informáticas es separar comunidades laborales locales unas de otras. No obstante las concentraciones de tipos de negocios como los fabricantes de “chips” de silicio en Silicon Valley, las redes en las que se confían los negocios están cada vez más remotas; los distribuidores y proveedores no sólo se encuentran a miles de kilómetros de distancia, sino que pueden pertenecer a culturas empresariales distintas. Nuevas formas de conocimiento local están emergiendo. Quienes aspiran a ser emprendedores buscan el conocimiento local de los inversionistas en capital de riesgo que trabajan en las oficinas ubicadas a lo largo de la famosa calle Sand Hill Road de Palo Alto. Quieren saber cómo llegar a reunirse con ellos o cuáles serán los más abiertos a tales o cuales proyectos. Pero los inversionistas en capital de riesgo están extendiéndose y cambiando. Se ha reducido el valor del conocimiento local de cualquier sector industrial específico tanto en su base geográfica como en la profesional.

En este nuevo entorno, las relaciones de confianza se construyen a partir de mayor transparencia en los costos, franqueza sobre los intereses que los motivan, evaluación del desempeño y reconocimiento y respeto a identidades poco comunes. La familiaridad ya no sirve como base de la confianza. El que las redes locales nos sean familiares nos permite hacer el papel de informantes, pero esto cada vez menos puede ser cimiento de una carrera. Los conocimientos locales, además, tienen una vida de anaquel más corta. A medida que las industrias cambian vertiginosamente, la capacidad de adaptarse a nuevos contextos sociales muchas veces es más útil que la comprensión lograda lentamente de un medio social establecido. Los trabajadores de edad mayor corren el riesgo de convertirse en inútiles depositarios de conocimientos locales obsoletos. Probablemente más que cualquier otro factor, la progresiva obsolescencia del conocimiento local explica por qué es irreversible el declive de la carrera. Resumiendo, cuando los negocios y las industrias están en constante metamorfosis, este tipo de conocimientos pierde su importancia y es imposible encontrar aquel mundo que los generó y les dio valor.

Las tres fuerzas que están corroyendo a las carreras son parte integral de la creatividad y de la productividad de las economías dinámicas de mercado. Todos entendemos que el futuro pertenece a las economías del conocimiento. Lo que no ha quedado tan claro, sin embargo, es el hecho de que las formas de adquirir y utilizar el conocimiento encarnadas en la carrera son cada vez menos útiles en economías regidas por la nueva competencia por el cliente, nuevas tecnologías de información y nuevas relaciones globales.

Seguramente, la carrera no lleva el mismo ritmo de decadencia en todas las áreas de actividad y sus consecuencias tampoco son iguales en diferentes culturas económicas. Algunos trabajadores.- jornaleros no calificados y algunas categorías de oficinistas, por ejemplo, nunca tuvieron carreras. Parte de lo que solíamos llamar carreras - en deportes, moda y partes de las industrias de artes y entretenimiento - siempre han tendido a ser más cortas que la vida laboral normal. No obstante, algunas profesiones se han mantenido relativamente aisladas de las fuerzas que causan la obsolescencia de las carreras. Los jueces y algunos académicos, por ejemplo, aún tienen carreras. Adicionalmente, la actividad emprendedora empresarial siempre ha tenido un ritmo diferente al de la carrera. Los emprendedores están más expuestos a transformaciones en el mercado; su permanencia depende más de reinventar continuamente sus productos y servicios; y su éxito depende menos de sus conocimientos expertos profesionales que de otras aptitudes para movilizar a otros para que se conviertan en misioneros de la causa del emprendedor. Debido a que los emprendedores difieren en estas instancias del patrón normal de la carrera, a continuación veremos cómo sus vidas laborales tienen algo relevante que enseñarnos sobre el trabajo en la nueva economía a través de sus diversas formas de desarrollo.

A estas alturas, vale la pena enfatizar cuán profundos son estos cambios. No hemos visto más que la primera ola de la nueva economía. Por ejemplo, hasta ahora sólo se han desarrollado mercados globales para productos físicos como petróleo y madera, manufacturas como gasolina y aluminio, negocios con rendimientos a escala como motores de aviones y semiconductores y bienes de consumo que responden a cambios en productividad como cámaras y automóviles. Otros bienes y servicios se venden en mercados nacionales y locales. Aunque creemos que las diferencias locales serán más importantes de lo que actualmente anticipa la mayoría de nosotros, las fuerzas que hasta ahora han transformado a la economía continuarán transformando incluso las regiones económicas locales en sus muy particulares formasxxv.

Aunque son más evidentes en las economías del tipo anglosajón de libre mercado, estos cambios también pueden afectar a las economías sociales de mercado de Europa continental, Asia y Latinoamérica. Al menos en parte, las mayores tazas de desempleo de largo plazo en Europa continental responden a estos cambios que, en los países anglosajones, han producido la eventualidad de importantes sectores de la fuerza laboral. Precisamente hasta qué grado el desempleo en Europa continental responde a estas tendencias es punto de debate. Algunos analistas dan mayor peso a la ausencia de reformas estructurales en el mercado laboral como la que fue implementada en el Reino Unido. Otros apuntan hacia el matiz deflacionario de la demanda macroeconómica durante la preparación del lanzamiento del euro. Este debate está al margen de lo que nos ocupa aquí. A nuestro juicio, las diferencias de políticas con las que se asocia en gran medida pertenecen al pasado. Ni las reformas estructurales del mercado laboral ni la reflación Keynesiana pueden ser más que triviales medidas coyunturales para las circunstancias económicas emergentes. Tampoco basta dar entrenamientos ulteriores en ‘nuevas carreras’ a ciertos sectores de la fuerza laboral para atacar desajustes recurrentes de capacitación. Éstas son respuestas vacuas a la dislocación más significativa de la vida laboral que está marcada por la decadencia de la carrera.

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