Las políticas públicas en el ocaso de las carreras
Muchas de las políticas e instituciones heredadas por las sociedades occidentales han sido conformadas para adaptarse a la carrera como forma central de la vida laboral. Nuestros sistemas escolares y universitarios encaminan a los jóvenes hacia profesiones y ocupaciones específicas, fomentando la inversión en expectativas de carreras vitalicias. Nuestros sistemas tributarios y procedimientos bancarios para otorgar créditos están moldeados a un mundo en el que la mayoría de los dignos de crédito son los empleados o profesionales que se pasarán toda una vida laboral ejerciendo un único arte o vocación. Nuestros sistemas de pensiones reflejan este mismo patrón de vida laboral anacrónico. Esta herencia se está convirtiendo en un impedimento a desarrollar formas totalmente viables de vida laboral. Es imperativa una reforma radical.
Aquí sólo podemos esbozar las directrices y principios rectores de estas reformas. En cada área, el objetivo es hacer que nuestras prácticas sociales respondan a las nuevas realidades, de modo que, después de la carrera, la vida laboral pueda volver a tener significado para la mayoría.
Consideremos las pensiones. La práctica de un retiro con pensión es mucho menos que inmemorial. Hacia finales del siglo diecinueve, Bismark estableció exitosamente la forma de pensiones con la que hoy estamos familiarizados. Esta ha sido un instrumento de ahorro idóneo para grandes burocracias industriales y gubernamentales paternalistas y para las carreras que éstas sostenían. Las carreras siguen las huellas de las fases del ciclo de vida normal. Exigen conocimientos cada vez más expertos a lo largo del desarrollo natural del vigor y la madurez y luego terminan cuando la vitalidad física empieza a menguar. La pensión, normalmente estructurada a modo de anualidad, refleja la estructura de un salario, de modo que el empleado de carrera recibe pagos regulares tanto mientras trabaja, como cuando está jubilado. Mientras trabaja, el capital que produce o al cual contribuye la carrera se queda en la compañía, el sindicato o el gobierno. Parte de ese capital es el fondo de pensiones del que se retirarán los pagos para saldar la vida del jubilado, de nuevo dejando el capital a la organización que administra la pensión. En el siglo diecinueve, y de hecho hasta hace una década o algo así, esta relación con el capital encarnada en las estructuras corporativas y los fondos de pensiones puede haber sido una forma sensata de organizar las finanzas de la mayoría trabajadora.
En contraste tanto con la vida de quien tiene una carrera como con la vida wired, la vida del emprendedor, deja mucho menos espacio para el paternalismo y mucho más para las inversiones y la propiedad de capital. A diferencia de quienes hacen carrera que ven y buscan un futuro estable y consistente, los emprendedores no se conforman con guardar parte del dinero de cada quincena. Los emprendedores toman la riqueza que han generado con una empresa y la invierten en otras. No ven sus vidas en términos de acumular experiencia, sino en términos de construir riqueza, lo que equivale a generar valor dentro de sus comunidades. Muchos ciudadanos no querrán que simplemente les arrebaten el manto protector de las pensiones. Pero el papel paternalista que hoy juega la iniciativa privada, el gobierno y los sindicatos tendrá que cambiar gradualmente hacia un papel que en cierto modo sea como el de los reguladores financieros. El dinero destinado a las “pensiones” (o parte de él) podría sufrir varias transformaciones para proveer seguridad para el futuro de un individuo. Podría servir de enganche para una casa, ser el capital necesario para iniciar un negocio o servir para invertir en una nueva tecnología. Incluso podría apoyar proyectos que involucren el servicio comunitario o familiar.
Este no es el sitio para hacer propuestas detalladas de reforma - aunque fuéramos competentes en el área. Sin embargo, está claro que los arreglos actuales de exenciones fiscales y pago de anualidades fueron diseñados para una era en la que las carreras eran la forma predominante de la vida laboral. Las pensiones tradicionales son un híbrido de dos cosas bastante diferentes - un plan de inversión y un ingreso para el retiro. Excepto por los cada vez menos que pueden esperar pensiones relacionadas con sus salarios finales, los arreglos existentes para las pensiones combinan enormes restricciones a la libertad financiera personal sin asegurar un nivel específico de ingresos durante el retiro. En particular, el requisito de que el “dinero de la pensión” sea utilizado para comprar una anualidad no es adecuado a formas de vida laboral en las que el retiro puede ser parcial o temporal y a veces difícil de distinguir de prácticas como bajarle al ritmo de trabajo. Podemos estar seguros de que necesitamos desalentar a la gente de convertirse en una carga para el estado, pero eso podría lograrse exigiendo la compra de una pequeña anualidad suficiente para prevenirse de la pobreza durante la vejez. En lo demás, tendría más sentido con la vida laboral emprendedora fusionar exenciones fiscales que actualmente se dan aparte en pensiones e inversiones y darle a la gente libertad para hacer su voluntad con sus ahorros.
Queremos mantener una mente abierta respecto a los tipos de instituciones más idóneas para proveer la seguridad y la libertad financiera que requieren los trabajadores de carácter emprendedor. El capitalismo bursátil no es el único ni, en absoluto, el mejor vehículo para cubrir las necesidades financieras de los emprendedores. El pluralismo en la provisión es esencial. Es inevitable y deseable, que la vida emprendedora esté encarnada en diferentes instituciones, dependiendo del tipo de capitalismo, de la historia y de las necesidades presentes de diferentes economías. Las vidas emprendedoras serán significativamente distintas en China, Japón, Alemania, España y Gran Bretaña.
En el caso británico, probablemente las instituciones de estructura mutua puedan desempeñar un papel significativo para proveer un apuntalamiento financiero a formas más emprendedoras de vida laboral. Como lo hacen notar Charles Leadbeater e Ian Christiexliv las instituciones mutuas están presentes en muchos sectores de la vida económica. En un mundo emprendedor, podemos esperar que se hagan más diversas y más innovadoras en sus prácticas que cuanto normalmente nos damos cuenta. Christie y Leadbeater escriben: “Las instituciones de estructura mutua pueden hacer más que sobrevivir; pueden tener éxito en la economía de servicios del siglo veintiuno porque en el mejor de los casos, pueden aunar dos ingredientes críticos para el éxito de las empresas modernas - confianza y know-howxlv. Particularmente, las instituciones de estructura mutua podrían ser particularmente idóneas como vehículos para permitir que las familias y comunidades sumidas en la pobreza y la falta de oportunidades de largo plazo - lo que se llama la clase baja - logren un mejor control de sus vidas. Parafraseando a Christie y Leadbeater: “Para atacar las fuentes de pobreza profundamente arraigadas y múltiples, es necesario congregar know-how de varias fuentes y profesiones diferentes en un esfuerzo conjunto, combinando el conocimiento tácito de la gente ordinaria, con las capacidades explícitas de los profesionales. Éste es un componente central en los enfoques mutuos de desarrollo comunitarioxlvi.
Éste es sólo un ejemplo de una verdad mucho más general. La variedad de instituciones que necesitamos y que ya poseemos es mucho más amplia que cuanto se reconoce en el discurso convencional de la Izquierda y la Derecha. No estamos condenados a escoger entre un menú de prácticas de capitalismo bursátil, capitalismo al estilo alemán y colectivismo estatal.
Lo que vale para las pensiones, vale también para muchas prácticas financieras. Por ejemplo, el análisis de riesgo financiero basado en el status de la carrera tendrá cada vez menos sentido. Lo mismo será el caso para clasificar a la gente como elegibles para obtener productos financieros con base en el flujo de efectivo que se deriva de una carrera. Los productos financieros ya están cambiando con mayor rapidez que la capacidad de respuesta de los bancos y de los esfuerzos sensatos de regulación gubernamental. Los gobiernos y los bancos hoy en día se están perdiendo un mar de cambios que fácilmente podría ahogar su capacidad de resolver adecuadamente las necesidades de un mundo de productos financieros que atañen tanto a capital como a deuda. La era de los productos sofisticados para todas las clases sociales ha llegado a los EE.UU. y no falta mucho para que llegue a Gran Bretaña.
A medida que la gente se hace más emprendedora, deja de verse a sí misma principalmente como consumidores - ya sea de bienes financieros o de otras mercancías - sino como productores de paquetes de productos financieros y como diseñadores de otros bienes en sus vidas. Las instituciones financieras de la entrante era de emprendedores ayudarán a la gente a generar riqueza ideando tanto nuevos productos, como nuevos mercados para el comercio. Las nuevas subastas por Internet son una forma en que vemos cómo se desarrollan nuevos mercados. Indudablemente, al igual que los emprendedores de gran escala crean y comparten la riqueza vendiendo acciones de sus empresas, los emprendedores más pequeños querrán hacer lo mismo. Los micro créditos otorgados a los más pobres en Bangladesh por el banco Muhammad Yumus’s Grameen Bank son un ejemplo de los inicios de estas nuevas instituciones financieras.
Los cambios más fundamentales necesarios, no obstante, se encuentran en la educación. Hace mucho que los sociólogos están familiarizados con el papel desempeñado por los sistemas escolares y universitarios en encaminar a los jóvenes hacia posiciones particulares en la división social del trabajo. En años recientes, emprender proyectos racionales de planeación de la fuerza de trabajo ha sido un objetivo expreso de las políticas gubernamentales. Todas las políticas de este tipo están condenadas al fracaso. Convertir a las escuelas y a las universidades en instituciones estrechamente vocacionales es precisamente lo opuesto de lo que es hoy lo más necesario.
Muchas de las carreras para las que se capacita a los jóvenes en las escuelas y universidades no sobrevivirán una vida laboral. Es en sí evidente que muchas actividades requieren altos niveles de conocimientos profesionales. Sin embargo, lo que más necesita la gente joven de sus escuelas y universidades no necesariamente es una capacitación vocacional o una educación en disciplinas académicas tradicionales. Hoy en día los estudiantes inscritos en programas educativos tradicionales, de continuación de la educación o de entrenamientos subsecuentes necesitan aprender qué es necesario para construir empresas que agreguen valor. Para no suscitar malentendidos, vale la pena repetir que el objetivo no es transformar a todos en líderes empresariales que transformen sus industrias. Tampoco menospreciamos las vidas de quienes permanezcan empleados. En lugar de eso, nuestra propuesta es que la mayoría trabajadora se verá beneficiada si adquiere el entrenamiento y la actitud necesarios para llevar una vida de emprendedores. La vida de emprendedores que avizoramos requiere capacitar a la gente para buscar oportunidades de agregación de valor y para movilizar a otros hacia la persecución del nuevo valor. En un mundo de asociaciones de emprendedores, tanto las independientes como las entrelazadas al interior de empresas mayores, una educación que enseñe a generar valor es adecuada para todos. Esta nueva orientación de la educación tiene como objetivo inyectar un nuevo núcleo de disciplinas emprendedoras, parte de las cuales se derivan de disciplinas más antiguas y dejar que las viejas disciplinas rodeen al nuevo núcleo.
Como lo ha demostrado Tom Bentely, ya hay un cierto número de programas que ayudan a la gente a adaptarse a la nueva economía. Estos programas hacen énfasis en mucho de lo que sería idóneo tanto para una vida wired como para una emprendedora: formar objetivos claramente definidos y entendidos, buscar acceso a una amplia gama de oportunidades de aprendizaje (en el salón de clase y en proyectos fuera del salón de clase) responsabilidad real, colaboración con grupos similares de fuera de la escuela e identificar y celebrar todo resultado concretoxlvii. Nosotros vamos un paso más allá. Para hacer que estos proyectos sean más emprendedores, propondríamos que aquellos programas que brinden un nuevo valor a la comunidad reciban fondos y otros tipos de reconocimiento superiores a los que simplemente desarrollan metas claras para expresar los talentos de los alumnos. De igual modo, otorgaríamos fondo y créditos adicionales a aquellos programas que incluyan declararse responsables por alguna actividad alrededor de la cual uno congregue a otros. Entrenar a la gente para obtener los conocimientos prácticos disciplinarios con una fuerte orientación hacia proyectos no es suficiente para producir una economía de emprendedores con una amplia dispersión de capacidades empresariales.
Al hacer añadidos al trabajo de Tom Bentley no podemos dar aquí más que un brevísimo prospecto del currículum central de un mundo de emprendedores. No nos preocupan tanto las instituciones en las que actualmente ocurre la educación - aunque es evidente que la mayor parte de ésta ocurre fuera de las escuelas y las universidades - ni algún método educativo en particular, sino los supuestos que animan a la educación en sí. Hayan o no tenido mérito en el pasado, nuestras prácticas educativas tradicionales no están logrando equipar a la gente para el mundo en el que tendrán que vivir.
Nuestras culturas educativas, vocacionales y corporativas actuales orientan a la gente para convertirse en receptores de peticiones que resuelven problemas. Presuponen un mundo en el que quienes dan y quienes reciben las peticiones caen en categorías claras y los problemas llegan a nosotros tras una definición previa. Es útil ayudar a los estudiantes a entender que los problemas de las empresas no solamente, ni principalmente, son problemas de flujo de efectivo, contabilidad o mercadotécnia. Son problemas de relaciones humanas dentro de la empresa y con aquellos a quienes les brinda un servicio. Fomentar el que los estudiantes miren desde un punto de vista más amplio los problemas a los que se enfrentan en sus vidas laborales es parte esencial de desarrollar su habilidad para resolver problemas. Pero en sí mismo, no fomenta el estar al tanto del mundo emprendedor ni promueve el éxito en el nuevo mundo laboral.
No negamos que tener mejores habilidades para resolver problemas podría ser útiles durante un breve período después de que la gente abandona la escuela. El nuevo ingeniero, el nuevo periodista, incluso el nuevo administrador recibe peticiones de sus superiores, las convierte en un problema que debe resolverse con elegancia y lo resuelve. Pero después de unos años - a menos que el receptor de peticiones sea extraordinariamente flexible y talentoso - una empresa global contratará a un receptor de peticiones recién entrenado que conozca todas las más novedosas tecnologías de resolución de problemas y despedirá al anterior. ¿Qué hace entonces el receptor de peticiones? ¿Busca una nueva organización que le haga peticiones? En la nueva economía, esta búsqueda muy probablemente fracasará igual que fracasó la educación que condujo a ella.
Hoy en día, para trabajar de forma eficaz, la gente necesita ser capaz de hacer ofertas para producir un valor especial para los clientes, ya sea que los clientes sean los consumidores u otros grupos dentro de la misma organización. Quienes resuelven problemas por definición no piensan en estos términos. Esperan que el mundo se revele ante sus ojos en una serie de problemas discretos. Pero a medida que la vida se hace más mixta, más cosmopolita, más enfocada en preocupaciones de nicho y más tecnológica, hay cada vez menos disciplinas o negocios que pueden avanzar con un conjunto de problemas claros. En este mundo, la gente necesita hacerle ofertas a los empleadores potenciales, al mercado o a sus comunidades. Desarrollar este tipo de ofertas es el primer paso hacia la creación de una empresa, y aprender cómo desarrollar una oferta es la primera prioridad de la educación.
Por lo tanto tenemos que educar a la gente para que se conciban a sí mismos en de acuerdo con sus capacidades, intuiciones, emociones y habilidades que tienen valor para la sociedad. En la actualidad, se enseña a la gente a resolver los problemas planteados en formas que brindan satisfacción personal. En una economía animada por el espíritu emprendedor, este tipo de educación conducirá a carreras fracasadas y, en el mejor de los casos, a vidas wired cada vez más vertiginosas.
Para aprender a hacer ofertas, sin embargo, la gente tendrá que aprender a escuchar a sus compañeros de una forma diferente. Y para enseñarles a iniciar empresas que suministren dichas ofertas, se verán obligados a abandonar la forma actual quid pro quo de construir relaciones y, en lugar de eso, aprender a coordinar compromisos, administrar el poder, construir y mantener la confianza y establecer identidades comprometedoras. En resumen, la gente necesitará aprender algunas aptitudes básicas que, hasta la fecha, hemos asumido sólo pertenecen a los líderes.
La educación para el espíritu emprendedor comprende cambios en cuatro rubros. Para empezar, la gente tendrá que aprender a escuchar las preocupaciones de sus prójimos e identificarlas con ciertas narrativas históricas. No podemos seguir enseñando a la gente a verse afuera, por encima o al final de las comunidades históricas. Entrenar a la gente para sentirse liberados de su historia y de su comunidad les otorga un falso sentido de autonomía. Vivimos inmersos en tradiciones. Necesitamos concebirnos como depositarios de narrativas históricas definidas. La investigación en Business Design Associates sugiere que los emprendedores generalmente se conciben a sí mismos como gente que desarrolla y realza una narrativa histórica en particular, distinguiéndola de otras. Siempre hemos sabido que los líderes políticos hacen esto, y su éxito con frecuencia ha versado alrededor de su capacidad para articular estas narrativas. Una vez más, vemos esto como un suplemento necesario al conjunto de conocimientos que se necesitan cultivarse para la nueva economía, según Tom Bentley. En nuestras sociedades plurales, no basta que la gente entienda mejor su sitio dentro de tal o cual narrativa. Deben ser capaces de conectarla con las narrativas de los demás. Ayudar a la gente a situarse dentro de más de una comunidad histórica es tan decisivo para la inteligencia del emprendedor como desarrollar sus capacidades cognitivas y de reflexión. Tener esta capacidad significa escuchar a la gente como es, con todas sus contradicciones y con su fragmentación. Actualmente, se nos enseña a ver a la gente como personas coherentes con identidades estables - una práctica errónea que las carreras ayudaron a perpetuar - y no como las combinaciones progresivamente complejas que son, de tradiciones diversas, papeles distintos y prácticas de competencia. Aún peor, aprendemos que la gente tiene control en gran medida de sus visiones del mundo y que escoge sus valores. Así que escuchamos a la gente como si fueran electores racionales y no logramos oír lo que dicen como sujetos creativos.
En segundo lugar, la forma de escuchar del emprendedor exige que la gente que escucha identifique el concepto de la vida buena que motiva lo que los demás dicen y hacen. Los emprendedores escuchan ignorando todo germen de prejuicio de coherencia y oyen cómo las concepciones que la gente tiene de la vida buena están en discordia. Anita Roddick hizo esto al escuchar cómo las mujeres vivían por la dignidad y la belleza. Steve Jobs escuchó como la gente buscaba la conveniencia y la libertad de la tecnología de punta de las macro computadoras. Akio Morita, Ted Turner y los demás emprendedores de hoy, todos lograron el éxito empresarial fijando su atención en escuchar conflictos aparentemente irresolubles.
En tercer lugar, necesitamos enseñar a la gente las disciplinas hoy poco desarrolladas de administrar compromisos y mantener la confianza. La gente está educada para concebirse a sí misma ya sea como gente que desempeña actividades como hacer una presentación o cumplir con una función como las ventas. Aunque muchos emprendedores están infectados de estas formas de hablar de sus acciones, simplemente no actúan como si estuvieran involucrados en actividades o cumpliendo funciones. Los emprendedores construyen sus empresas desarrollando redes de acuerdos o compromisos de otros. No están resolviendo problemas determinados ni adhiriéndose a un plan de negocios fijo, sino que están utilizando sus talentos para negociar relaciones con otros para que sus empresas funcionen mejor. Jim Clark, Fundador de Netscape y de otras dos empresas que valen miles de millones de dólares, ha hecho hincapié en esto una y otra vez. Como emprendedor y artista conceptual, él considera que su habilidad de formar equipos sólidos es el aspecto más importante de su éxito. Entre estas habilidades es crucial la capacidad de inspirar confianza. En el presente, las habilidades que conducen a generar, mantener y revivir la confianza están en manos de un pequeño cuadro de negociadores profesionales, diplomáticos y administradores.
Uno de los objetivos de una educación orientada hacia el espíritu emprendedor sería hacer que estas habilidades se hagan accesibles para la mayoría de la gente. Deberíamos alentar a la gente a pensar en sí mismas y en los demás en formas no estandarizadas. Hoy en día, por ejemplo, nos entrenan para hablar de un modo en que ya sea que revelemos hechos a la gente, mientras más estandarizado mejor, o que brinde soluciones a ciertos problemas. Parte del nuevo énfasis en el diálogo (en oposición al debate o la discusión) amenaza con estandarizar el discurso, en la medida en que tiene por objetivo buscar puntos en común y compartir lo que se tiene en común. Para vivir con espíritu emprendedor, necesitamos capacitar a la gente para ver los beneficios de hacer acuerdos no estandarizados, imaginárselos y negociarlos unos con otros - especialmente cuando comparten conflictos y se encuentran en lados opuestos. Al igual que el pensamiento dialogístico, esto incluye inculcarle a la gente las aptitudes que necesitan para preguntar lo que el problema - por ejemplo en una oficina, una escuela o un negocio - significa para la gente que lo presenta o que sufre sus consecuencias. Esto incluye examinar las estructuras de poder dentro de las cuales surgen los problemas y que, en parte, los constituyen.
En cuarto lugar, la gente que asume una vida emprendedora necesita estar entrenada para leer al mundo para ver cómo y dónde reside el poder. Carecemos de un entendimiento amplio del poder como una fuerza en la vida política y comercial y lo estudiamos bajo el subtítulo de creación de barreras, lo que significa fomentar circunstancias que hagan que la forma de hacer negocios de un competidor resulte poco eficiente económicamente. Pero el poder queda mucho mejor entendido como el arte de construir continuamente relaciones materiales novedosas hacia valores que le importan a la mayoría de la gente de una comunidad y de situar a los competidores como gente relacionada con valores que la mayoría desprecia.
Bill Gates de Microsoft, por ejemplo, ejerce poder integrando las ideas de sus competidores en sus sistema operativo para brindar a sus clientes una solución integral para sus negocios. Si simplemente intentara ofrecer menores precios que sus competidores - que es la posición en la que lo sitúan sus competidores - generaría muchas más demandas de derechos de propiedad. En efecto, hasta que integró el navegador de Internet en detrimento de Netscape, había situado exitosamente a sus competidores en la posición de gente que producía incomodidades en el uso de las computadoras. Anita Roddick ejerce el poder de la misma forma que Bill Gates produciendo experiencias de venta divertidas y situando a sus competidores en posición de aburridos o egoístas.
Los emprendedores necesitan aprender estrategias basadas en el valor para formar alianzas que desestabilicen, desalojen y reconstituyan el poder. Este tipo de entrenamiento aprovecharía ciertas partes de las disciplinas de estrategia, mercadotecnia y artes interpretativas de las humanidades. Las prácticas educativas que dejen a la gente con la visión de que el mundo es algo compuesto por problemas discretos y de que ellos mismos deben resolver problemas o ser receptores de peticiones tienen poco futuro en un mundo transformado continuamente por nuevas tecnologías y nuevas relaciones globales.
Educar a la gente para que sean constructores activos de sus vidas y comprende inculcarle el arte de construir una identidad para sí mismo. De igual modo, al construir empresas, los emprendedores aprenden a proyectar las virtudes que han institucionalizado en sus organizaciones. Hoy en día confundimos producir una identidad admirable con el manejo de imagen. Debido a esta confusión, separamos las habilidades de proyectar una identidad en una multitud de disciplinas diferentes incluyendo periodismo, manipulación de medios, estrategia, mercadotecnia, redacción de discursos, crítica literaria, psicología y ética. En realidad, conocernos y describirnos es el trabajo duro al que hoy y siempre - siempre en sus mejores momentos - se ha dedicado la educación liberal.
Convertir el conocimiento de sí mismos en una estrategia para la creación de valor sigue siendo una habilidad en manos de los líderes emprendedores. En la era del Internet, donde la iniciación en el trabajo se basará en construir la propia página en la red, construir identidades personales y corporativas bien puede convertirse en la habilidad más necesaria y valiosa que cualquiera, emprendedor o no, pudiera tener.
Cualquier descripción del tipo de educación necesaria en el viejo mundo laboral estaría incompleta si dejara de lado los estados de ánimo y las emociones que animan o deprimen al comportamiento del emprendedor. El estudio de Daniel Kahneman y Amos Tversky han demostrado que la gente, por lo general, reacciona de forma distinta a riesgos idénticos, dependiendo de qué tanto su percepción de ellos les permite prever la pérdida potencial. En resumen, la gente no emprendedora tiende a ser sumamente adversa al riesgoli. Parece ser que los estudios de Kahneman y Tversky implican que la mayoría de la gente simplemente no está preparada para la vida de emprendedores hecha posible por las nuevas tecnologías. Fancis Fukuyama sugirió algo muy similar en su influyente libro, The End of History and the Last Man, cuando afirmó que el final de la opulencia puede ser una condición de aburrimiento que no difiere mucho de lo que Nietzsche adscribió a los constreñidos “últimos hombres”.
Estos estudios parecen apoyar la creencia común de que la vida empresarial sólo es adecuada para un puñado de individuos heroicos. En el trabajo de Business Design Associates, sin embargo, hemos encontrado estados de ánimo de anomia y resentimiento dirigiendo el énfasis hacia la pérdida que desempeña un papel importante en los resultados de este tipo de estudios. Muchos empleados de alto nivel, incluso muchos de los que se han ajustado a una vida wired, orientada a proyectos, viven al filo de un estado de ánimo de anomia. Ademas, muchos de quienes han visto herida su fe en las carreras se encuentran llenos de un resentimiento silencioso dirigido contra los ejecutivos de las compañías, los líderes políticos, los accionistas, los ricos, los pobres, los educadores y, en ocasiones, sus propios padres. Ellos centran su atención en un pasado que nunca encuentra méritos suficientes porque, como observó Nietzsche, siempre está perdido. En contraste, los emprendedores y los empleados con espíritu emprendedor expresan estados de ánimo muy diferentes. Donde algunos hablan del peligro de que los arrastre la corriente, los de tipo emprendedor hablan de nuevas ventanas de oportunidad que sienten que se acercan. Donde otros están poseídos por el resentimiento, estos emprendedores están poseídos por el asombro.
Por sí mismos, los cambios en estado de ánimo y percepción rara vez son suficientes para cambiar vidas. Se necesitan muchas otras cosas. Pero aferrarse a formas de organización que, como la vida wired o la institución en decadencia de la carrera, no logran atender necesidades humanas vitales, alimenta estados de ánimo que garantizan el fracaso. En la medida en que nuestras prácticas educativas actuales apoyan tácitamente a estos modelos fallidos de trabajo, están enseñando a nuestros jóvenes a vivir en la desilusión. Y el entrenamiento para crear emprendedores hoy en día debe empezar con esa desilusión. Tom Bentley tiene razón al afirmar que la educación necesita enfocarse hacia cultivar disposiciones y que debemos tomar en serio el trabajo de Daniel Goleman sobre la inteligencia emocional. Pero debemos ir más allá de enseñar a los niños a identificar, evaluar y configurar sus disposiciones. Deberíamos ayudarles a capturar el sentido de significado que llega con el éxito del emprendedor.
Mientras la mayoría de los programas educativos preparen a nuestros niños para un mundo de carreras que está en decadencia, a muchos la vida wired les parece la oleada del futuro. Nosotros creemos que, a pesar de que seguramente será una rama de las prácticas laborales que están emergiendo, la vida wired sólo podrá desarrollarse exitosamente si recibe el apoyo de una vida de espíritu emprendedor más orientada hacia la comunidad. Pese a todas la virtudes de espontaneidad de la vida wired y a la peculiar clase de autonomía personal que hace posible para quienes viven de acuerdo con ella, no puede proporcionar un sentimiento de realización para la mayoría trabajadora. Con demasiada frecuencia conduce a la anomia y a la eventualidad. Del mismo modo, lamentarse por el antiguo mundo laboral que las nuevas tecnologías están haciendo redundante nada ofrece a la generación que ha de hallar su camino hoy en día.
Las nuevas tecnologías que transforman nuestras vidas laborales tan profundamente no darán significado, por sí mismas, al nuevo mundo que están creando. Si el trabajo ha de tener significado para la mayor parte de la gente en el futuro próximo, necesitamos reconsiderar parte de las instituciones y las prácticas que heredamos y distanciarnos de las modas del presente. Necesitamos pensar en nuestras vidas laborales y en las de nuestros hijos no en el marco anacrónico de las carreras o en la estrecha realización propia de la vida wired, sino como oportunidades para el compromiso, la innovación y el espíritu emprendedor.