Conciencia, decisión y acción

Conciencia, decisión y acción son elementos importantes para valorar desde la ética cualquier comportamiento humano y, en consecuencia, también nuestro actuar profesional en la función pública.

La conciencia moral es el espacio de la coherencia personal, de la fundamentación de las propias acciones y decisiones. El término de conciencia puede tener dos significados amplios: como conciencia psicológica o como conciencia moral.

Históricamente y de una manera genérica se han distinguido varias etapas en la evolución de la conciencia moral de la humanidad: etapa del tabú; etapa legalista; etapa de la reciprocidad; etapa de la moralidad social; y etapa de la autonomía moral.

Podemos sistematizar las distintas nociones de la conciencia moral en las siguientes: conciencia como intimidad; conciencia como sensibilidad; conciencia como actitud psicológica; conciencia como elemento cognoscitivo; conciencia como juicio; conciencia como norma de moralidad; y conciencia como hábito.

Ahora bien, existen diversas explicaciones ontogenéticas de la aparición de la conciencia moral en los sujetos: biologista, sociologista, freudiana, del equilibrio psico-social, y conductista. Piaget, a su vez, distinguía varias etapas en la evolución o desarrollo de la conciencia moral en el individuo:

  1. etapa de la anomía;

  2. etapa heterónoma;

  3. etapa intermedia;

  4. etapa autónoma; y

  5. etapa de codificación de las normas.

Otro autor de referencia ha sido Kohlberg, que entiende que en este desarrollo se han dado las siguientes etapas:

  1. premoral;

  2. preconvencional;

  3. convencional; y

  4. postconvencional.

La decisión implica tomar una opción para actuar y ser capaces de dar razones o fundamentar nuestra acción. Para algunos autores, es un primer momento de la responsabilidad. Se ha venido caracterizando la decisión por varios elementos:

  1. un proyecto de futuro;

  2. una fundamentación;

  3. unos instrumentos; y

  4. unos límites.

Para decidir en conciencia y en profundidad entre varias opciones que se nos presentan para nuestra actuación hay que pasar por un proceso: el discernimiento (proceso mental por el cual se percibe la diferencia que existe entre varias realidades). Aquí lo vamos a aplicar al discernimiento ético. Pero decisión y discernimiento no pueden entenderse sin la opción fundamental.

Por la opción fundamental la persona expresa su decisión globalizante como ser. Esa elección fundamental consiste en un proyecto global de vida desde el que cobran sentido todas las acciones de ese ser humano y del que dependen sus decisiones.

La acción se puede definir como la conducta orientada por y hacia un fin. El prototipo de acción se caracteriza por los siguientes elementos:

  • existencia de un fin a conseguir;

  • existencia de un plan;

  • esos planes se materializan en herramientas; y

  • el plan se va evaluando y reestructurando sobre la marcha en la consecución del fin planteado.

Para algunos autores la conducta o acción moral tiene una estructura común a todo comportamiento psicológico y está constituido por tres factores: cognoscitivos, afectivos y motivacionales. Desde otro punto de vista, la escolástica distinguía entre actos del hombre y actos humanos.

La acción tiene varias dimensiones. Se habla de una dimensión biológica, una dimensión cognitiva, una dimensión evolutiva, una dimensión social y una dimensión ética.

Un elemento relacionado con la acción es la responsabilidad. La responsabilidad, para la psicología, es un fenómeno interpersonal y social, influida por aspectos motivacionales que marcan el comportamiento de los sujetos.

La psicología ha estudiado el campo de las motivaciones desde figuras metafóricas. Para algunos autores, las personas cuando emplean juicios de responsabilidad (valoran la responsabilidad de los sujetos por sus acciones) se comportan según dos modelos:

  1. según el modelo de la persona endiosada; y

  2. según el modelo de la vida como tribunal de justicia.

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