La llegada de las nuevas doctrinas económicas europeas; mercantilistas e ilustrados
La recepción del mercantilismo europeo en los siglos XVI y XVII
Los arbitristas
Durante el reinado de Felipe II una serie de teóricos de la Escuela de Salamanca reflexionaron acerca del proceso de declive económico de la época. Entre ellos, Ortiz propugnó la retención de las materias primas, que no debían ser exportadas, con lo que se lograría el fomento de la industria nacional, asegurada a su vez con una correlativa restricción de las importaciones. Defendió asimismo la potenciación de la agricultura, la revalorización social del trabajo manual y la retención de los metales preciosos. Por otra parte, Azpilcueta formuló la “teoría cuantitivista” de la moneda, explicando la relación entre el encarecimiento de los precios y la abundancia de la moneda en mercado.
Entre un sinfín de opúsculos, memoriales y panfletos, donde muchos aventuraban “soluciones” a la crisis nacional, incidieron en problemas muy concretos. Otro teórico se preocupó por el desajuste de los gastos e inversiones, y otros insistieron en la conveniencia de prohibir la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados.
Las fuentes de riqueza
Economía agropecuaria
La agricultura y la ganadería fueron sectores económicos complementarios. Los sistemas “de cultivo y vez” o “de año y tercio” consistentes en alternar cada año el cultivo con el barbecho o en obtener una cosecha trienal a costa de dejar dos años la tierra sin sembrar, permitían la armonía del desarrollo agrícola y ganadero. No obstante, la preocupación de los Reyes Católicos por fomentar el comercio lanero les llevó a dictar una serie de disposiciones que ocasionar serios perjuicios al ramo agrícola.
Los cereales y en especial el trigo, fueron eje de la economía agraria. España se convirtió en la primera mitad del siglo XVI en uno de los dos imperios trigueros del Mediterráneo. Ante una demanda en alza, subió el precio del trigo y todavía más del vino y el aceite. Tales perspectivas dieron lugar a una notable preocupación por roturar los campos. El movimiento roturador convirtió así a muchas de aquellas tierras en propiedad privada y facilitó la formación de grandes propiedades.
Los años centrales del XVI marcan el apogeo de la producción cerealística. Desde 1502 los precios del trigo, el centeno y la cebada, fueron objeto de tasación oficial. El alza de precios restó posibilidades de exportar lana, con lo que se retrajo la producción ganadera. En 1677 los precios del grano alcanzaron su punto culminante. Destacaron también regiones vitícolas y el olivo constituyó una fuente fundamental de riqueza.
Industria y comercio
La política proteccionista de los Reyes Católicos hizo posible un notable florecimiento industrial, al evitar la salida de materias primas y cerrar el comercio interior. En el mundo textil, la marcha de los conversos, que constituían la clase artesanal, trató de ser remediada atrayendo obreros de Flandes e Italia.
El trabajo metalúrgico alcanzó notable envergadura en el norte, mientras que la producción de seda se centró en Granada, y la pañera en Castilla, Aragón, Cataluña y Baleares.
La industria metalúrgica se centró principalmente en el País Vasco. Parte del hierro era consumido por la propia industria de Guipúzcoa y Vizcaya, así como también era habitual que el excedente saliera de forma fraudulenta a Francia. El cobre era traído de Suecia y Alemania. Con el decrecer de la producción metalúrgica nacional, hubo que importar herramientas e incluso útiles de armamento, producción a la que se había dedicado Guipúzcoa.
La industria sedera se agrupó en diferentes gremios y tuvo especial relieve en Almería, Málaga y sobre todo, en Granada.
La industria de paños logró extraordinario auge en la primera mitad del siglo XVI, proyectándose tanto al tráfico interior como a los mercados europeos. El próspero comercio de la lana fue controlado por grupos de mercaderes.
Tan optimista panorama lo fue menos al concluir en el XVI, entrando en crisis en la centuria siguiente.
El comercio exterior de proyectó en las tres grandes áreas de la Europa nórdico-occidental, el Mediterráneo e Indias. El comercio atlántico hubo de desenvolverse en un clima de confrontaciones bélicas, especialmente agudas con Inglaterra y con los Países Bajos.
La empresa del comercio con las indias partió del principio de vender en América productos de consumo a alto precio en un régimen no competitivo. El control comercial se aseguraba con el tráfico exclusivo de las mercancías en Nueva España y Perú.
Los asaltos de piratas obligaron a España a establecer un sistema de flotas, dictándose desde entonces una copiosa seria de disposiciones a fin de regular ese tráfico marítimo.
Más grave fue el comercio directo de los contrabandistas, que podían situar en América mercancías a inferior precio.
La Economía de la Ilustración
El nuevo espíritu y sus instrumentos: las Sociedades Económicas de Amigos del País
Los fisiócratas, que reaccionaron contra los postulados mercantilistas, repudiaban el régimen proteccionista y de intervención característico del mercantilismo, defendiendo en cambio el libre juego de las fuerzas económicas y la sola protección de la agricultura como fuente natural de riqueza. Coincidió con la difusión del Despotismo ilustrado, cuyas medidas de gobierno propugnaron el fomento, esto es, el desarrollo de la administración, de la economía y la libertad de comercio.
La Sociedad Vascongada de los Amigos del País surgió de unas tertulias nocturnas que transformaron la charla pueblerina en una verdadera junta académica, donde se ilustraba a los asistentes con novedades científicas, centrándose básicamente en cuatro campos: agricultura, industria, comercio e historia y buenas letras.
En 1775 aparecerá también la real Sociedad Económica de los Amigos del País de Madrid, entre otras. Fueron características comunes en todas ellas el fomento de la laboriosidad, la lucha contra la mendicidad y el vagabundeo, la creación de riqueza, el incremento de puestos de trabajo y la mejora de la agricultura. Muchas sociedades se aplicaron a roturar tierras, crear regadíos y otras a la enseñanza profesional.
Las fuentes de riqueza. Reforma Agraria. Industria y comercio
Reforma Agraria
Durante el siglo XVIII no aumentó el rendimiento del suelo. El campo mal atendido y las cosechas poco productivas repercutieron en el panorama económico general. Desde el trienio de 1763-1765 se experimentó una fase expansiva, producto quizás de la coyuntura alcista internacional.
El aumento de la población en el País Vasco y Santander llevó a la explotación de nuevas tierras y lo mismo sucedió en Galicia. En Cataluña fue llamativo el desfase entre la subida de precios agrícolas y la de las rentas señoriales, entrando en explotación algunas tierras fértiles del sector occidental.
En conjunto, la economía agrícola de XVIII estuvo basada en el trigo, la cebada y el centeno; en el vino y aceite de Andalucía, Aragón y Cataluña; y en los frutales y en la seda de Levante. Una importante ley en 1765, abolió el sistema de tasas y decretó la libre compraventa de granos.
El alza de los productos agrícolas y de la ganadería estante, restringió el poder de los mesteños. La quiebra del proteccionismo suprimió el impuesto de montazgo, recaudado y pagado por la Mesta.
La elevación de los salarios del campo fue muy inferior a la de los precios. La miseria de los cultivadores y campesinos dio lugar a disturbios que desencadenaron un clima de inquietud social.
Un informe sobre el “expediente de la Ley Agraria” en 1777 propugnaba la potenciación de la propiedad privada y el acceso de los particulares a la gran masa de tierras de baldíos y comunales, que eran causa, junto a los privilegios de los poderosos, de aquel estancamiento económico.
Industria y comercio
La Revolución Industrial del siglo XVIII liderada por Inglaterra, encontró en España obstáculos importantes entre los que destacaron especialmente cuatro: el escaso impulso de las ciencias aplicadas, la reducida dimensión del mercado nacional de maquinaria por la resistencia a la industrialización de determinados sectores, la toma tardía de conciencia de las necesidades de mecanización, y finalmente, la precariedad de una industria metalúrgica carente de adecuado proteccionismo.
El escaso éxito de las manufacturas contrastó con la buena marcha de la producción textil catalana de carácter privado. De otra parte, las explotaciones mineras no fueron reactivadas.
La reactivación del comercio interior tuvo dos causas fundamentales: la supresión de las aduanas internas y la mejora y reformas de la red viaria. Aquel mismo espíritu unificador y centralista se aplicó al fomento de la res de comunicaciones, articulada, conforme a un sistema radial con centro en Madrid.
El comercio exterior mantuvo la tradicional proyección hacia el norte de Europa, el Mediterráneo, y hacia el Atlántico de cara a las Indias.
Las Ordenanzas de los Consulados
Hasta fines del siglo XV los Consulados habían sido una institución característica de la Corona de Aragón. A partir de entonces, las corporaciones de comerciantes castellanos reciben esa organización y surgen diversos Consulados. El despliegue comercial es encauzado en lo jurídico por el desarrollo del derecho mercantil, cuya fuente principal son las ordenanzas de esos Consulados.