Estructura social en la Edad Moderna

Las clases sociales

Las clases privilegiadas

La nobleza

En la cúspide social, la nobleza aparece como una clase cerrada, con múltiples y variados privilegios como la inmunidad tributaria y la exención de los servicios y prestaciones personales. Los nobles no podían recibir tormento o ser castigados con penas infamantes, ni eran encarcelados por deudas a no ser que procedieran de rentas reales. En caso de prisión, la cumplían en su casa o en lugares separados, manteniendo como inembargables el caballo, la casa y el ajuar.

La nobleza, de sangre o de privilegios, se articuló en tres grandes niveles: grandes y títulos, caballeros y simples hidalgos.

Los caballeros fueron una especie de clase media nobiliaria. Ejercieron un gran poder en el ámbito local y fueron a menudo dueños de propiedades urbanas y rústicas. Los hidalgos de la época de los Austrias fueron nobles que, por no ostentar cargos públicos y carecer de medios de fortuna, ocuparon el estrato más bajo de las clases privilegiadas.

En el siglo XVIII la nobleza mantuvo sus privilegios. Las capas medias estuvieron presentes en los puestos directivos de la administración, la estructura eclesiástica y el ejército, mientras las más elevadas desempeñaron cargos palatinos, manteniéndose al margen de peripecias políticas.

El clero

El celibato sacerdotal hizo que el clero fuero una clase esencialmente abierta. El número de eclesiásticos fue muy elevado en el siglo XVI (un 5% de la población) y pese al declive demográfico creció en el XVII hasta alcanzar el 10%. En el XVIII remitió, estabilizándose en unas cifras que suponían el 1,5% de la población total española. Los contemporáneos solían limitarse de ese excesivo número, y también del deficiente nivel intelectual y moral del clero.

Prelados y cabildos formaron el estrato superior de la Iglesia española. La mayor parte de los arzobispos y obispos pertenecían al clero secular. Por lo general procedían de familias nobles. Propuestos por el rey y nombrados por Roma, solían ocupar de entrada una diócesis pobre, para ascender mediante frecuentes traslados a otras más ventajosas.

Al alto clero pertenecían también los componentes de los cabildos catedráticos y colegiatas. El bajo clero a su vez, daba cabida a curas párrocos, beneficiados y capellanes.

El clero disfrutó de exención fiscal y tuvo jurisdicción propia. Los más importantes de la Iglesia procedían de sus propiedades y del diezmo.

Las clases medias

El sector intermedio estuvo compuesto por agricultores acomodados y por la burguesía urbana. En el mundo rural castellano surgió una clara diferenciación entre dos categorías de campesinos: los llamados labradores, o gentes que están al frente de explotaciones grandes y pequeñas, y aquellos otros trabajadores que nada poseen y viven de su trabajo.

Los agricultores pudientes fueron propietarios de tierras y formaron la cuarta parte de la población rural. Conocidos como villanos ricos, se hacen presentes en el gobierno de los pequeños concejos.

La clase media urbana está representada por comerciantes y mercaderes, por letrados y funcionarios de una burocracia en auge y por quienes ejercen las distintas profesiones liberales.

Las clases inferiores

La población rural y urbana en la Península

Los artesanos y las gentes dedicadas a pequeños oficios forman la base urbana de la escala social. En castilla hubo gremios mayores y menores. En Cataluña aparece una clara diferenciación entres los tres gremios de mercaderes, artistas y menestrales.

En el ámbito rural la situación de los trabajadores fue decorosa en la fase de despegue agrario del XVI. Cuando se agravó la crisis esos campesinos quedaron oprimidos por el pago de intereses y rentas. Su penosa situación económica no mejoraría en el futuro, por cuanto las tasas de jornales apenas variaron desde 1680 a fines del XVIII.

La población rural en Indias; el régimen de encomiendas

Las necesidades de explotación económica, de ordenar el trabajo de los indios y asegurar su instrucción, llevaron en América al establecimiento de encomiendas, que consistieron en la atribución al colono español de un grupo de indígenas, con la obligación de protegerles, educarles e instruirles en la religión cristiana, beneficiándose a cambio de su trabajo o del tributo que esos indígenas habían de satisfacer dada su condición de vasallos del rey.

Los primeros repartos de indios tuvieron lugar poco después del descubrimiento, como consecuencia de la falta de mano de obra. Los indios eran asignados a los españoles para que trabajaran en el campo o en las minas de oro. Las tesis contrarias a la encomienda hacen mella en Carlos V, quien desde 1518 emprende una política prohibitiva que sufre retrocesos.

Las Leyes Nuevas de 1512 prohíben nuevas encomiendas y declaran a extinguir las entonces existentes, obligando a quienes hubieren maltratado a los indios y a todos los eclesiásticos y funcionarios reales a devolver las suyas. Tales disposiciones chocaron con el hecho de que ya se había reconocido la condición hereditaria de la encomienda.

Surgió así una dura resistencia que paralizó la aplicación de esas leyes e hizo posible luego el definitivo restablecimiento de la encomienda, que quedó consolidada.

En el siglo XVII fueron suprimidos los servicios forzosos de los indios instaurándose en cambio un régimen de servicios contratados, lo que alteró poco el contenido de las prestaciones. A finales de esa centuria, diversas medidas restrictivas conducen a la desaparición de encomiendas. Su desaparición no llevó necesariamente consigo una mejora en la suerte de las indígenas. La figura del encomendadero ha quedado en todo caso como uno de los prototipos del español en América. García-Gallo ha subrayado que no existió un tipo de encomendadero, sino varios, rechazando además esa generalización. Según él precisa, “ni todo encomendadero era un conquistador, ni todo español era un encomendadero”.

Los grupos sociales marginados

A él pertenecían los esclavos, los gitanos, bandoleros, vagos, pícaros, etc. Los esclavos procedieron de las guerras contra berberiscos y turcos, de la conquista de Canarias y Granada y de las expediciones coloniales. Se dedicaban a los duros trabajos de las minas y obras públicas, o también al más llevadero servicio doméstico.

Los gitanos también debían formar ya grupos considerables en tiempos de los Reyes Católicos. Fueron abundantes los pícaros y vagabundos: gentes con mucha hambre y habilidad para remediarla.

En la etapa de los Austrias los vagabundos fueron perseguidos por una serie de disposiciones. Otras, del siglo XVIII, procuraron aplicarles a trabajos útiles o integrarles en el ejército.

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