El arte y la belleza
Belleza natural y belleza artística
La Belleza, es decir, el espectáculo capaz de deleitarnos, puede producirse, y de hecho se produce constantemente, en la Naturaleza. Los paisajes que, en número infinito de formas y de colores, nos ofrece la tierra, hacen del Creador el Artista supremo. Pero desde todos los tiempos, el hombre ha intentado, a su vez, crear la belleza. La creación de belleza por el hombre es lo que se llama Arte.
El arte
Arte es, pues, la maestría en realizar la Belleza. Un artista es, así, un hombre capaz de crear o construir cosas bellas. Notemos, pues, que para que se produzca una obra de arte, es preciso que exista una intención de transformar una cosa natural —el color, el sonido, la piedra— en algo que tenga la finalidad de provocar un sentimiento estético.
Artes útiles y bellas artes
Como hemos visto, arte es la producción voluntaria de la belleza por el hombre.
Muchos de los objetos que el hombre maneja son bellos, además de ser útiles. El arte que sabe crear belleza en estos instrumentos se denomina aplicado o decorativo, y constituye el grupo de artes menores (orfebrería, cerámica, vidriería, repujado, etc.).
Los antiguos personificaban en las nueve musas a las artes: Clío (la historia), Calíope (la poesía épica), Melpómene (la tragedia), Talía (la comedia), Euterpe (la música), Terpsícore (la danza), Erato (la poesía amorosa), Polimnia (la elocuencia) y Urania (la didáctica).
Para poder hablar de artes mayores, es preciso referirnos a un arte desinteresado, que no tenga más finalidad fundamental que la emoción estética. Éstas son las llamadas Bellas Artes, que se ciñen al número de cinco: Arquitectura, Escultura, Pintura, Música y Literatura.
Arte imitativo y arte abstracto
A su vez, podemos dividir las artes en imitativas (cuando quieren reflejar seres u objetos) y abstractas (cuando no pretenden esta finalidad).
Dentro de las artes plásticas podemos caracterizar cada una de ellas:
La Arquitectura es un arte no imitativo, de tres dimensiones.
La Pintura es un arte imitativo de dos dimensiones.
La Escultura es un arte imitativo de tres dimensiones.
(Hoy existen, sin embargo, pintura y escultura abstractas, que no pretenden reflejar o imitar realidad alguna.)
Dentro de las artes acústicas:
La Literatura es un arte no imitativo que se produce con palabras.
La Música es un arte en general abstracto, que se realiza con sonidos.
Algunas realizaciones ofrecen síntesis de las artes anteriores; así la danza, que participa de la escultura y de la música, y el teatro, que puede ser considerado como una síntesis de todas las Bellas Artes.
La personalidad creadora
El artista tiene, pues, como hemos visto, la misión de crear la belleza. Su personalidad, si es vigorosa, debe quedar impresa en la obra que realice, de tal suerte, que quien se enfrente con ella comprenda el carácter, la psicología y la maestría del autor. Es decir, su estilo, ya que llamamos estilo al reflejo personal que el autor deja en su obra. El estilo, decía Buffon, es el hombre.
Facultades del artista
Siendo la obra un reflejo del alma del autor, bien pronto aprenderemos a distinguir entre aquellas obras que son debidas a los genios, y aquellas obras secundarias, agradables, pero carentes de empuje y de personalidad, que se deben al ingenio humano.
La originalidad y el plagio
Esta afirmación de la personalidad creadora debe procurar que la obra realizada se parezca a sí misma, y no a ninguna otra. Debe ser, pues, original, y no debe traducir o imitar obras ajenas, cayendo en plagio.
La originalidad es una preocupación reciente en los medios artísticos. Los autores clásicos se copiaban los temas unos a otros. Shakespeare sacó la mayor parte de sus argumentos de cuentistas italianos; el dramaturgo francés Corneille imitó al español Guillén de Castro; El Alcalde Zalamea, de Calderón, está tomado de una obra de Lope. Lo cual no impide que Shakespeare, Corneille y Calderón sean, no solamente tres genios de la literatura, sino que hayan hecho olvidar, por haberlas superado, las obras que les sirvieron de modelo. Así el plagio, en cierto modo, se justifica. Con mucho gracejo decía Campoamor que, en el arte, sólo se admitía el robo cuando iba acompañado de asesinato, es decir, cuando la obra imitada era tan buena que hacía olvidar el modelo en que se inspiró.